viernes, 29 de mayo de 2015

Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella.

No hace falta que me digáis eso de que perder la cabeza, por eso de que sus caderas,
ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras, 
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.
Pero además la he visto seria, ser ella misma, y en serio que es no se puede escribir en un poema,
por eso, eso que me cuentas de que mírala como bebe las cervezas y como se revuelve sobre las baldosas
y que fácil parece a veces a enamorarse.
Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo,
 y a la mierda con la autodestrucción.
Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor, 
es un cuento que me sé desde el día en que me dio dos besos y me dijo su nombre.
Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio
y que ella aparezca de golpe y de frente para decirte: "venga hazte un peta y me lo cuentas"
No sabes lo que es despertarte y que ella se despierte y bostece, luego te abrace, 
y luego no sepas como deshacerte de todo el mundo.
Así que supondrás que yo soy la primera que entiende que pierdas la cabeza por sus piernas,
el sentido por sus palabras y los huevos por un mínimo roce de mejilla.
Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa, 
las incomodidades de orgullo que puedan provocarte, son algo con lo que ya cuento...
Quiero decir, que a mi de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos.






miércoles, 13 de noviembre de 2013

De verdad.

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loco, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquierl sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquilo, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonto y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.

jueves, 2 de agosto de 2012

Are you sure to want to live like common people?

A veces desaparezco de aqui , y no escribo.No me lo tengáis en cuenta, desaparecer es algo que me encanta. Cortar cualquier tipo de contacto con mi alrededor. Genial, sí. 
Pasan tantas cosas en dos meses. Todo se vuelve efímero, te haces mayor. Y entonces te paras a pensar qué mierda has estado haciendo con tu vida todos estos años. Y llego a la conclusión de que llevo media vida huyendo. ¿De qué? De todo. De mí. De mis sentimientos. De mis problemas. Del miedo. Quizás me pasa lo mismo que a todos. O a lo mejor es que no tengo fondo. ¿Fondo? Sí, ahí donde se esconde toda la esencia del ser humano. En su fondo, muy hondo, muy abajo, casi invisible. 
Y me paro a pensar si debería buscar eso de lo que huyo. O simplemente vivir como los demás y dejarme de tonterías. ¿Por qué? Yo no sé si quiero vivir como la gente normal. No estoy segura de ello.

miércoles, 30 de mayo de 2012

A todas nos encanta que nos hagan regalos. Nos gusta ir de compras y tener nueva ropa para estrenar. Nos gustan las tardes de reflexión y de hablar de experiencias amorosas con nuestras amigas. Nos gustan las películas románticas, con esos chicos tan buenos y tan idealizados que nos obligan a decir "quiero un novio así" al final de la película. Nos gustan los príncipes azules: chicos guapos, buenazos, capaces de darlo todo por nosotras. Comparto todos estos gustos, menos el último. Yo no quiero un príncipe azul. No quiero un chico bueno. Lo que yo quiero es un cabrón, un capullo integral, el típico "malote", chulito. El típico que mucha gente odia precisamente por ser todo eso. El que ha roto el corazón a miles de chicas. De hecho, él es un rompecorazones, pero a él nadie le ha roto el corazón... Ni siquiera ha entrado nunca nadie en el suyo. Y por eso me gusta. Porque voy a ser la primera que entre... y la última.
Yo susurraba su nombre entrecortadamente entre sollozos, tenia al nivel de azúcar muy alto, lo marcaba su aparato, él respiraba fuerte y forzosamente, acurrucado entre mis brazos, caímos ambos al suelo. Deseaba ir a buscar ayuda, correr hasta desgarrarme las piernas, golpear todo lo que se interpusiera en mi camino… pero él no quería, con un hilo de voz me suplicó pasar sus últimos segundos conmigo. Yo no quería, no debían de ser sus últimos segundos, viviría, seguro, déjame ir a buscar ayuda por favor... Agarró mi camiseta con la mayor fuerza que podía mostrar y tosió rudamente, le costaba respirar, temblaba y sudaba, a duras penas me hablaba. Forzando los ojos abiertos y mostrando unos nerviosos sollozos desesperados, a la vez que me mordía el labio sin darme cuenta que me empezaba a sangrar, le supliqué por su vida, que en este caso era doble, porque se encontraba atada a la mía. Cogí aire y solté un grito ahogado de lloros mientras repetía en su frío pecho: ‘no... no… no...’Él, dejando ir su último suspiro, musitó: "Te estaré esperando ahí donde nadie me impida estar contigo, donde mi amor reine por los alrededores, y tu siempre serás mi reina, o como te gusta a ti, mi princesa". Soltó la última palabra y dejó caer su cabeza por mis brazos. Lloraba, gritaba, le besaba y apretaba su cuerpo contra el mío deseando que nunca hubiera pasado esto, que en cualquier momento despertara, que fuera un sueño… mis lágrimas me echaban la culpa, y solo se me ocurría pagar por ello, no vivir, irme donde él dijo que me esperaba, pero eso no le contentaría, aunque ahora él estaba… Pensé esa palabra y me transmitió sus anteriores temblores a mi cuerpo, tragué saliva y tras un escalofrío de agonía me eché al suelo estremecida, con él todavía entre mis brazos, la lluvia se calaba en mis huesos, y protegía su cuerpo de ésta como si me fuera la vida en ello, en este caso la suya… veía luces de coches pasar a través de la acera de delante el instituto, y empecé a oír chillidos de horror y mi nombre varias veces…me tambaleaban, intentaban levantar, me hablaban, preguntaban… pero espiritualmente no me encontraba en aquella acera húmeda, tenía la mente en alguna cosa, aún no sabía en que, pero no me dejaba volver a la realidad. Tras soportar algunos intentos de brazos que intentaban arrebatarme SU cuerpo, cedí, y caí en un sueño profundo del que no deseaba despertar, sin que estuviera él. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Prometo parar ell tiempo si dejamos de soñar.

Un día me dio por pensar en por qué hay diferentes idiomas, si nuestras lenguas quieren decir lo mismo. En por qué se alzan monumentos para recordar si lo que de verdad es importante, permanece en la memoria. En por qué no llegan botellas de náufragos a la costa si todos soñamos imposibles. En por qué no tenemos el mismo corazón si latimos al mismo tiempo. En por qué la vida te ayuda más cuanto más capullo eres. En por qué el Sol se oculta por el Oeste si al Norte viven mis problemas, en mi cabeza. En por qué se puede guardar un mundo en una canción cuando la gente no logra recorrerlo entero en una embarcación. En por qué puedes desnudar su cuerpo con la mirada si nunca has llegado a tocarlo. En por qué Sabina dice que ''Las niñas ya no quieren ser princesas'' si yo sólo quiero sentirme como tal. En por qué
 sigo notando tus brazos todavía cuando te vas.

No queda nada.

Me siento como si hubiera tomado la pócima empequeñecedora de Alicia en el País de las Maravillas, o tal vez le hubiera propinado un mordisco con ganas a la manzana de Blancanieves. Sea como sea, esto es el mundo real. Aquí no hay cuentos que finalizan con los protagonistas comiendo perdices; aquí hay 3x2 y ofertas, y problemas para llegar a fin de mes. Probablemente, si los siete enanitos viviesen estos tiempos que corren, no podrían cantar en fila mientras terminan una jornada de trabajo; porque, lo más seguro, es que formasen parte de otra cola, la del paro. Ni Gepetto, habría creado a Pinocho; ni Cenicienta calzaría zapatos de cristal, la historia sería distinta con zapatos de mercadillo. Heydi no podría corretear por los valles que están siendo víctimas de talas masivas e incendios provocados, ni la Sirenita podría surcar los mares sorteando la basura y los líquidos nocivos que se vierten a los océanos. A los niños de hoy en día ya no se les asusta con el ''que viene el coco'', ni les afectaría el fin de la serie de Doraemon; no. Hoy, lo que más les preocupa es tener el móvil bien cargadito y con cobertura para poder mandar ''What'sapp'' a alguien a quien probablemente ni saludan por la calle. Hoy, nos hacemos mil cuentas que nos encubren la personalidad, cuando deberíamos abrir una en una vieja red social llamada ''VIDA''. Se dedican a resolver conflictos en la ''play'', cuando los más importantes surgen cuando apagan el aparato, ahí fuera.